Siento el movimiento de mi ser,
siempre hacia el norte del olvido,
con las piedras roídas por el tiempo,
por la pobreza de los pobres,
que no alivian su queja.
Siento que tú,
con tus manos de seda me acaricias
y me animas,
ahora,
que pasa la tristeza como queriendo posarse
en los rayos de luz que tú iluminas.
Y siento que te quiero,
y no regreso al miedo de tinta y de papel,
a las horas perdidas en batallas,
en sordidos recuerdos sobre NADA.
Y aún más siento que te quiero,
que la noche sin ti se me hace eterna,
anodina,
confusa.
¡Lo siento de verdad, amor mío!
Duele el amor en las espaldas,
porque pesan los años y la vida,
porque viene siempre a borbotones,
y a veces,
a destiempo,
toca en la puerta despacito,
para no molestar al señor silencio
que nos cuida.
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