Prisioneros del alba, los que lloran,
asustados guerreros que no llegan,
y se marchan.
Oportunos silencios de agua y barro,
castigados,
los lirios,
no se rinden,
y tan calladamente,
las palabras permanecen,
inertes,
ingrávidas
y hasta insolentes...
Prisioneros sin rumbo,
los que ríen acaparan el miedo,
humillando colores,
salpicando la brisa de muecas,
rosas y espinas.
Y tan calladamente ,
los sonidos del alma,
palidecen,
y se esconden de la vida,
sonriendo al destino,
destilando las pétreas formas de la aurora.
Prisioneros del credo, los que sufren.
Imposible matar el dolor
que siempre aflora,
con sus garras de cobre y la parte de pánico que siempre lleva el miedo,
implacable el amor ¡grita! ¡basta!!
¡basta, que me dejen amar como yo quiero!!
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