Caballero montado en su botella,
el ebrio de mi calle ha tropezado;
entiendo que no pudo asirse a ella
o más bien la bebida le ha empujado.
El caso es que ha tenido buena estrella,
porque en vez de nariz cayó de lado.
Un brazo se ha tronchado y, por lo mismo,
hay otros que se rompen el bautismo.
- A ver si ya dejamos la cerveza,
que no es bueno el alcohol. -. - ¡Mas si es cebada! -.
- La conozco de sobra. Así se empieza,
por más que la ración llevas sobrada.
Quiera Dios que no pierdas la cabeza,
aunque piense te sirva para nada.
Escucha y haz buen caso del consejo,
que es sabio Satanás por ser tan viejo. -.
Marcando una sonrisa o una mueca
se ha ido por la acera vacilante.
Seguro que sentía una jaqueca,
mas con un par de tragos tan campante.
Se dice del borracho que no peca,
así que al Cielo irá pero, no obstante,
aun sin pisar siquiera el Purgatorio,
su vida fue de infiernos un emporio.
Y sé bastante bien sobre qué escribo
que por parejos trances he pasado,
pudiendo dar las gracias de estar vivo;
después de que a ir al Orco fui invitado
y estando de la Estigia ya al arribo,
un quiebro hice a Caronte. ¡Desdichado
de aquél que no se tome el tema en serio!
En breve morará en el cementerio.
Ya sé que es el lugar que nos espera
a todos sin opción, pero prefiero
me tilden de pendón y calavera,
de golfo y de truhán, de aventurero,
mas olviden mi eterna borrachera.
Pues yo entre los borrachos fui el primero;
bebiendo sin cesar gané la palma,
mas gracias a un amor llegó la calma.
Por ello ese fantasma hay en mi mente
y gracias he de darle eternamente;
pues si todo al final quedó en engaños
sin duda me libró de grandes daños.
Por eso estas octavas le dedico
y a mi Dios que la guarde le suplico.
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