Van los inmigrantes
con su mochila a la espalda,
por senderos, valles y desiertos,
o trepados en la famosa Bestia,
tren infernal que los elimina
de su lomo sin piedad
y al caer al pavimento,
mueren en silencio,
en silencio sepulcral.
Van los inmigrantes solos o
con sus familias
y parte el alma ver sus rostros,
van en pos de una quimera
a una tierra inhóspita y traicionera.
En el muro del oprobio y de la muerte,
caen por tierra ilusiones,
dejan ahí sus pasos, sus saudades,
dejan huérfanos y viudas,
dejan padres y hermanos.
Derribaré el muro del dolor,
lo convertiré en uno de amor,
con las flores del campo
con poesías y cuentos,
con palabras de aliento,
de paz y de esperanza.
Será el Muro de Amor
para inmigrantes desolados,
de mirar sin rumbo,
que anhelan oportunidades,
para sus familias
y para el mundo.
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