El aterciopelado velo de oro se posa en mi piel,
me acarician sus delgados dedos con hilos de luz
encienden la gema; flama de mi pecho,
superflua y arcana entre el vapor me alzo en ardor.
Surco el amor en la sonrisa de tus ojos
mientras espero la llamada de tu avidez.
Recorro la estepa de tus lunares, me quemo con su aire
ante un millar de centellas, persigo la estela de tu esencia.
Cabe fundirnos en la lava,
integrar nuestro espíritu en ritos ancestrales bajo tu voz,
ritmo de oleaje susurrando mi nombre.
Sandra Gª Garrido
|