Quiso el novio tocar con picardía
la casta boca de la niña hermosa,
en una tarde ardiente y rumorosa
que en el viento gozoso se mecía.
Niña núbil, pero también inquieta,
Guadalupe sus labios le ofrecía
con sus aires cargados de ambrosía,
pues era virgen y a la vez coqueta.
Entonces el zagal llamado Nacho,
atusó el bigote y ya de hinojos
apenose con gran delicadeza.
Ella, tomó los hilos del mostacho,
los vio de cerca con sus lindos ojos
y los besó con fuerza y entereza.
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