Plegaria de tu noche es mi esperanza
y cúspide de ardor en tu porfía
el pacto perspicaz que nos alcanza.
Te digo como ayer que ya sabía
lo alto de tus amplios minaretes
que nublan la razón, en noche fría.
Te asomas en la aurora y luego metes
espirales de pavor en las veredas
y llevas el escombro en tus aretes.
Levantas con tus pasos polvaredas
que huelen a jubón y a carbonato
entre campos de negras rosaledas.
Te escondes en el hombre, en el neonato,
en la mujer de noches borrascosas
cuando eres del sopor vivo retrato.
Estás en la alborada, en tantas cosas,
en los campos de Dios, en los jardines
y finges cuando quieres, en las rosas.
Y apagas para siempre en los confines
la vida más perfecta y cristalina…
ni siquiera te acompañan serafines.
La luz se enciende en ti, flama divina,
si arropas al nacer un alma nueva…
pero luego te seduce Proserpina.
Mi plegaria en mi ser hoy se renueva
al sentirte más lejos que la nada.
Y no espero de ti ninguna prueba
si cierras el sinfín de mi alborada.
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