Puede la tierra ser estercolero
de cuantas almas, que velando en penas,
se ocupan en soltarse las melenas
con un sutil y refinado esmero.
Y quizás no existiera ningún pero
si los dogmas callaran las escenas,
manteniendo las neuras tan serenas
que nunca se salieran del sendero.
De película suenan los engaños
que acompañando a Dios por ahí rondan,
donde muchas cabezas deambulan
haciendo un gran favor a los apaños,
sobre todo a aquellos que se escondan
donde las fantasías especulan.
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