Mientras navego, paso muchas horas
soñando en ver los peces voladores,
como si fueran ángeles menores
que admiren en privado las esloras.
Porque al ser sus faenas más sonoras
por más que no utilicen sus motores,
hasta puede que sean malhechores
exhibiendo sus rampas voladoras.
Y en secreto la costa la vigilan
con sus sofisticados artilugios
los dichosos amigos de lo ajeno,
queriendo ver como la proa enfilan
hasta donde ya tienen sus refugios
y a buen seguro algún bote de estreno.
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