Para mi hermano Eduardo Mario
Busca la ternura en una noche de amor,
en la transparencia sutil del amoroso canto,
en el grito doloroso que se oye con clamor
y en las confidencias hechas ante un santo.
Siente la ternura de la Historia Sagrada,
del misterio divino de la Resurrección;
encuéntrala en cada letra de una carta,
en la infancia y en un rezo con devoción.
No, la ternura no es mito ni sugestión,
tampoco es compañera fiel de la angustia,
mucho menos de la frivolidad o la perdición;
no es sonrisa ni caricias mustias.
Busca la ternura entre tantos poemas,
atrápala, está en un lugar del alma,
en el arrullo que te durmió sin problemas,
acaso en la fuerza de una sola palabra.
Búscala en los demás, detrás de un espejo;
la ternura es sentimiento de ayer y hoy,
es propia de una madre y del viejo,
de una gaviota entre palmeras con sol.
No, la ternura no es mito ni sugestión,
es un halo divino, regalo directo de Dios;
la ternura es, en el amor, otra dimensión,
es confidencia y canto pleno hecha voz.
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