Virgencita milagrosa
ya que en los Cielos estás,
no olvides nuestras
plegarias que suplican.
A estos hijos que te adoran
por ser la madre de Dios
acudimos presurosos,
a rezar con devoción.
Las plegarias son alimento
del alma, sí tu lo pides con fe,
de rodillas te suplico
no nos abandones nunca.
Vengo a postrarme a tu
plantas, y me des tu bendición,
en ese postrer momento,
¡quiero que a mi lado estés!
Eres Virgen Milagrosa
cuando en la cueva Iría empezaste,
tres humildes pastorcillos
dicen te vieron en carne mortal.
Fuiste como una aparición
y allí ya empezó el milagro,
el mundo llegó a recorrer
diciendo “esa la Virgen decían”
Todos los ojos del mundo,
ya empezaron a ver algo en ti,
poco a poco se convirtió
en realidad, has llenado corazones.
Esta devoción divina nos fue
sembrando el camino y rezamos,
no olvides somos tus hijos.
No nos dejes madre mía guárdanos,
por eso todos los años
los peregrinos hasta Fátima llegamos.
Unos por curiosidad, otros con
gran devoción a rezarle vamos.
¡Nuestro Papa Juan Pablo II
invitaba, fuéramos a visitarte!
con gran fe y gran cariño,
“Virgen de Fátima madre mía”
aquí estamos todos a dorarte.
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