Los acordes del violonchelo,
y el tañir de la campana,
dirán a las gentes que he muerto,
y que con la mirada te buscaba.
Mientras no llega la hora,
seré una Garza Real que pasa,
con mis vuelos altos y bajos,
según la corriente me arrastra.
Hoy solo soy niña muerta de frío,
entre las ruinas abandonada,
que me mira con piedad a distancia,
carezco de garantía, aunque sana,
me la arrebató la enfermedad,
y me dejó para el amor marcada.
1/6/2006
|