Yo quise subir al cielo
cuando niña alguna vez,
me madre me dio el consejo,
que un día lo lograré.
Intentaba nuevamente
subiéndome a la escalera,
a la azotea de enfrente,
sin que mi madre me viera.
Nada conseguí con ello,
solo caídas muy fuertes.
Y cien halones de pelo
de mi abuelito Clemente.
Fueron los años pasando,
y mi madre día a día,
de Dios me iba conversando,
¡y así de mi Dios sabia!
Sembró su amor en mi alma,
es mi refugio y consuelo.
¡Tienes razón madre santa!
quien ama a Dios ¡sube al cielo!
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