El anciano joven, que aún suspira y canta,
que día a día enfrenta su soledad,
no tiene más que aceptar lo que Dios manda
y así, todos sus designios divinos respetar.
Es mi padre, siempre hombre bueno y honrado,
de andar cansado, pero jamás vencido.
Lo admiro en todo y lo quiero tanto...
Es mi padre, mi viejo amigo, a él le escribo.
Vivimos lejos, pero ambos estamos presentes
en nuestros momentos buenos y malos.
Es mi padre, el anciano de corazón fuerte,
carácter firme y trabajadoras manos.
Es mi padre, el deudo fiel de su musa,
orgullo de sus hijos, el que aún ríe,
el que a su esposa quiso como ninguno;
él, es mi padre. Gracias a Dios, vive.
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