A Chuchita la bolsearon, muy de mañana,
cuando a golpe de calcetín iba a su trabajo;
un muchacho le arrebató su bolsa, a la brava,
nadie lo impidió, huyendo así fácil el caco.
El ratero a Chuchis sin llaves y dinero dejó,
agenda y fotos, peine, rimel y depilador;
también cigarros, cerillos y credencial de elector,
su teléfono celular, con todo y cargador.
-¡Auxilio, policía, agarren a ese ratero!
¿Qué voy a hacer esta quincena sin dinero?
No podré pagar la renta ni el abono del calentador.
Pero nadie hizo nada por la angustiada Chuchita;
de la policía, ni sus luces, menos de Supermán.
Ni peatones ni tampoco los automovilistas
a la petición de Chuchis se quisieron entregar.
Agobiada y como agua para un buen chocolate,
la ofendida se quedó gritando ahí como una loca.
Pobre de Chuchita, que hoy por hoy aún no sabe
ni cómo ni dónde poder recuperar su bolsa.
A Chuchita la bolsearon muy de mañana,
el ladrón, sin problemas, muy lejos huyó.
En un instante, con gran habilidad y maña,
las pertenencias de la infeliz anciana hurtó.
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