En el amanecer de un nuevo día,
resolví con orgullo y valentía,
desprenderme de aquello que me ahogaba.
Y al llegar más tarde el mediodía,
el timbre del teléfono se oía,
eras tú, que amoroso me llamabas.
¿Quien habla? pregunté, soy yo, querida mía,
me urge verte, pues vivo la agonía,
de saber que de mí, no quieres nada!
Y contesté con orgullo y valentía,
en el amanecer justo de hoy día,
resolví desprenderme de aquello que me ahogaba.
¿Y quien te ahoga yo?....por esta idolatría,
que tú sabes te tengo ¡que ironía!
Y escuché que su voz se entrecortaba.
Y ya no pude más, con tanta hipocresía,
por mi parte lo se, le dije vida mía,
ven a buscarme ¡que ansiosa te esperaba!
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