Tengo en mi alma la llave,
que abre la puerta aquella.
Que no se encuentra en ciudades,
ni habita en ninguna estrella.
Esa llave es milagrosa,
la encontré cual esa luz,
que ilumina presurosa,
mi sendero a plenitud.
La conseguí y la quiero,
junto al Maestro la hallé.
¡Tengo las llaves del cielo!
porque en Jesús tengo fe.
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