En esos controvertidos asuntos de la política,
hace mucho tiempo que se habla sobre democracia,
legalidad, honestidad y muchas otras cosas bonitas,
incluidas en los discursos con ingenio y gracia.
Y mientras dicho proceso paulatinamente avanza,
en algunos hogares existe la democracia familiar,
sustentada en el reparto equitativo de la casa,
para que, por los quehaceres, no haya que lidiar.
Niños que sepan andar, su propia tarea ya tienen:
jugar mucho y luego, sus juguetes todos guardar;
si es que sus amigos o sus primos a casa vienen,
la misma norma están obligados también a observar.
Una vez usados, los platos los lava quien los usa,
la disposición aplica si es que no hay sirvienta,
porque la señora de la casa, a eso se rehusa,
argumentando mucho que no hay quien la entienda.
Los trastes hay que saberlos muy bien diferenciar,
ya que los de consumo son los de uso personal
y los adicionales, los que sirven para preparar
los alimentos y bebidas; también se deben lavar.
Ollas, cucharones, refractarios y platones,
licuadora, picadora, moldes, jarras y batidora,
son ejemplos de adicionales, chicos o grandotes,
junto con el tostador o la tipica olla chilladora.
De lunes a domingo, todos en casa lavan adicionales
y para que nadie se sienta menos o se incomode,
se rifan los días de la semana, a ver qué sale,
y así, todos felices, aunque se prepare mole.
A pleno pulmón, en rústico o moderno lavadero,
o apretando funcionales botones electrónicos,
cada quien lava su ropa, de enero a enero,
sin enojos ni regaños, ni discursos demagógicos.
Para evitar confusiones y los no raros disensos,
nadie se libra de tener que barrer y trapear;
todo está organizado, en democrático consenso
y así, de la vida poder más cada quien disfrutar.
Así pues, los quehaceres del hogar son en equipo,
nadie es criado o criada de otro en la casa.
¡Es la democracia familiar, primera en su tipo,
que a todos gusta, que es justa y sin trabas!
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