En una noche lluviosa, fría y muy tormentosa,
las letras de los libros, decidieron escapar.
Algunas se escondieron detrás de cualquier cosa,
mientras otras, a las cocinas fueron a parar.
Las hubo que se alejaron por las calles presurosas,
sin imaginar, siquiera, la suerte que correrían;
sobre riachuelos y charcos, reían como locas,
mientras muchas de ellas, ser ya luminosas querían.
Familias enteras de letras, en completa fuga:
góticas, romanas, cursivas, negras o blancas,
capitulares, mayúsculas y también minúsculas,
anchas o delgadas, todas inmersas en huída desbocada.
Los libros quedaron en blanco, totalmente vacíos,
ridiculizados e inútiles, hechos unos estorbos;
las letras, cansadas y muy llenas de hastío,
se fueron, celebraron su hazaña, con gran alboroto.
Algunos cuentan que existe la sopa de letras,
desde que muchas fueron capturadas en las cocinas.
Claro, de eso nadie tiene suficientes pruebas,
por lo que una versión así, sólo provoca risa.
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