Tras un grueso cristal, apareciste tú ante mí;
no me veías, no me escuchabas, ahí estaba contigo.
Fue nuestro gran primer encuentro entre tú y yo,
fue la primera vez que ví tu cara, querido hijo.

Tú, en un cunero, yo, contemplando el futuro.
Inquieto, difícilmente aceptabas ser arropado.
Tú, del amor de papá y de mamá, regio fruto,
siempre tan soñado, tan ansiado, tan esperado.

El abecedario no es suficiente para poder expresar,
al igual que entonces, ahora, todo lo que te amo.
Eres tesoro de la Creación, digno de amar y respetar,
por eso, con mamá, yo te quiero mucho, tanto...

Durante la primera vez que ví tu cara, hijo mío,
abracé la ilusión de educarte y de formarte,
de consolar tu llanto y de mitigar tu frío,
de hablarte de Dios y su Palabra enséñarte.

De entonces a la fecha, las cosas no han cambiado,
mantengo firme el rumbo y mi aferrada decisión
de que seas un hombre bueno, trabajador y honrado,
emprendedor y con un sensible y excelso corazón.

Tras un grueso cristal, apareciste ante mis ojos,
no me veías, no me escuchabas, ahí estaba contigo.
Hoy, a tus 13 años, de la vida realmente pocos,
te recuerdo que estoy aquí, que cuentas conmigo.

Raff