A ese hombre, que desvió mi ruta
y tomó el timón de mi existencia.
A ese hombre, el que jamás se inmuta
ni estalla en ira, ni usa la violencia.
A ese hombre, que me colmó de dicha
y me comprende mucho mejor que yo.
A ese hombre, que borra mis desdichas,
y con suaves palabras mata mi frustración.
A ese hombre, le hube entregado el alma
no porque en él yo busque solo placer carnal.
Es que a ese hombre, mucho le gusta el alba,
y junto a mí se acuesta también para rezar.
A ese hombre, aunque jamás lo digo
que mi alma su amor, con ternura atesora.
Resumiendo por él, estos versos que escribo,
¡es el único hombre, que hubo querido Aurora!
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