En las montañas de las montañas,
plasmo mi barro, todo cuanto soy.
De otoño nuevo la playa dorada,
mis arterias anegadas, flama del amor.
Hacia tu ser, conmovida y secreta,
la tarde serena, nupcial y candorosa.
Tu salvaje grito, tu heráldica belleza,
jardín de ensueño con rosas rojas.
Fuente de gracia la esperanza labra;
como blancas rosas, tu augusta gentileza.
Todo cuanto soy, no se acaba,
minutos de oro sobre tu cabeza.
Trajo el viento, con amoroso empeño,
su ingenua filosofía, toda la noche.
Jardín de ensueño, ancestral y viejo,
sueño de quietud, ¡vano todo reproche!
|