En una mañanita de Abril
luminosa y con gracia
se citaron muy nerviosos
el zagal y la zagala.
Ella, vestida de seda.
El, con traje y corbata
los dos como niños chicos
ilusionados volaban.
Ella viudita y sola
con muchos años de espera
tras un amor y reposo
que de el impaciente espera.
El, maduro galán
caballero donde los haya
peinando canas blancas
y destellos en la mirada.
En este caso Cupido
lanzó sus flechas certeras
hiriendo del mal de amores
en la madurez reposada.
En el amor no hay distingo
ni en la edad, ni sentimientos
cuando se ama no importa
peinar blancos cabellos.
Fue un regalo el encuentro
fue un regalo el abrazo
fueron los besos dormidos
en el umbral de los sueños.
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