Desde hace algún tiempo, un hombre recorre el mundo,
llevando como único equipaje, un sonoro tambor.
Camina por aquí y por allá, sin específico rumbo,
pero siempre va muy decidido y con mucho valor.
Su idea muchos la juzgan extraña, aunque es singular:
sonar por todas partes su reluciente tambor,
sin importarle el día, la hora y menos el lugar,
en protesta por la injusticia, la maldad y el deshonor.
Al inicio de su peregrinar, se topó con unos niños.
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