Esa estrella brillante disfruta de paz,
goza esa ventura con ilusiones y encanto.
En el firmamento es inconfundible su haz,
que permanentemente alegría va irradiando.
Con tan dulce sencillez, exhala un suspiro ardiente,
en la espesura y sutil fragancia floral
de cada noche, tierna, sutil y confidente,
en un embeleso suave, amoroso, total.
Por la campiña, la graciosa criatura,
pura y hermosa, inocentemente besa el ambiente.
Es el lucero más bello, sin ninguna duda,
de todos los que en el cielo están presentes.
El viento sopla y derrocha esperanzas e ilusiones,
nidos y cantares plenos, ausentes de sollozos,
mientras la estrella tararea sus canciones,
ésas cuyas letras siempre son de gozo.
Todo un cielo, toda una aromática esencia
envuelven su dulcísimo encanto y sueño de doncella.
Al rayar el alba, discreta oculta su presencia,
para regresar más tarde y lucir más bella.
Esplendorosa y tranquila en su nido,
la blanca cuna, ella dulces páginas lee.
Yo, mirando al cielo, le llamo a gritos
y ella, amorosa, desde su casa me ve.
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