Con el rostro demacrado y los ojos de calentura,
arrastra sus acedanas en mortal ansia.
Carcomido y polvoriento, vive su trágica amargura,
aunque todavía sueña en recobrar un día su importancia.
¡Pobres yuntas fatigadas! ¡Pobres parcelas en abandono!
¡Pobres suelos empobrecidos! ¡Esto me da escalofrío!
Ya no aguanta más su desdicha, ya no es tesoro;
lo han saqueado y a pesar de todo, aún está vivo.
En mortal ansia, sobrevive hablando a gritos.
Es el campo mexicano, con el rostro demacrado,
los ojos de calentura, polvoriento y carcomido.
Es un tesoro que hoy luce bastante abandonado.
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