Del parque brotaban
mágicos sonidos.
notas extrañas,
notas gitanas
con ecos dormidos
que herían las sombras
de los geranios heridos.
Tibia era la noche,
tibia como mi alma,
tibian eran las lágrimas
que en mis mejillas jugaban,
imitando a los surtidores
de mis fuentes sevillanas,
fuentes que lloran y cantan
cuando escuchan el rasgueo
de cordales hechos de agua.
Me fui perdiendo en el parque
buscando esas notas extrañas,
que en el aire se bordaban,
que en el aire se enredaban.
Sobre el estanque bailaban
nenúfares que taconeaban el agua,
y una gran dama de noche
el ambiente perfumaba,
mientras movía sus ramas
bailando zambras gitanas.
Me sentí de fantasía embriagada.
¡En el estanque clavé mis manos!
convertidas en banderillas de nácar.
Y aquella luna redonda
se me derritió en el agua,
¡y aquellas notas extrañas!
me salpicaron la cara.
En el fondo del estanque
pude ver a mi guitarra
hecha de cristal y magia,
fruto de mi fantasía
y del embrujo que encierra
ese parque de Sevilla.
¡Mi Parque de María Luisa!.

Mercedes A. Alexandre