Caracol en tu concha,
de silueta perdida,
vuelo de paloma,
de gorrión callejero,
vuelve aquí para siempre,
caminando el camino,
desandando el destino.
No regreses al miedo,
no te vayas del nido,
piensa en la roca esbelta,
de la orílla del río.
Y si pasas de largo,
de la tierra y del trigo,
te tenderé mis manos,
como sombra y abrigo.
No derrapen tus lágrimas,
por los surcos del cielo,
de las estrellas todas,
del big-bang escondido.
Atenaza a la vida,
atosiga a la muerte,
aunque vista su suerte,
de guadaña temida,
porque al fín y al cabo,
tu verdad y tu mentira,
son harapos sencillos,
que acarician mi rostro,
¡como el tren a la vía!
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