En el viento de una tarde de mayo,
bajo gruesos nubarrones y lúgubres espadas,
por el liso campo rodó una flor sin tallo,
lamentando su mala suerte con voz cansada.
En su incontrolable travesía, observó el nublado horizonte;
sintió entonces angustia y un muerto reflejo
de autoconservación en medio del inmenso monte...
Así, pensó que mejor hubiera sido una rama de almendro.
En el viento de una tarde de mayo,
bajo gruesos nubarrones y lúgubres espadas,
murió por el campo aquella flor sin tallo,
lamentando su mala suerte con voz cansada.
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