El sol cae sobre los tejados,
fachadas mal pintadas,
resplandece en las ventanas,
con grandes cristales rotos,
de paredes resquebrajadas.
Alguien retira un visillo,
enrolla una vieja persiana,
desea ver y no ser visto,
vivir así, escondido,
sin estár inmerso en nada.
Las chimeneas ahumadas,
de aquesta, aquella casa,
siguen allí fijas,
parece que por ellas
el tiempo no pasa.
¿Qué dirían si hablaran?
cuanto esconden, y callan,
cuantas cosas dirían,
que desde lo alto se ve,
que se escapan a la mirada.
¡Cuantas cosas encierran,
los muros de las casas!
risas, llantos, alegrías,
en algunas hay de todo,
en otras, ya no queda nada.
La rutina marchitó,
esa sonrisa franca,
el adios en la ventana,
la rutina fué borrando,
lo único que quedaba.
la rutina fué capaz,
de matar con la amenaza,
la rutina me dejó,
un cuerpo con corazón,
y alma de escarcha.
La rutina sigue día a día,
arrebatándome la esperanza,
de remar contra marea,
de romper todo lo débil,
que sin cadena me ata.
Y no quiero cuerdas simples,
ni tampoco promesas falsas,
quiero grilletes de plata,
sujeta a un amor puro,
de nácar cuando nazca.
Que uno sea del otro,
sin importar quién
primero vaya, a dónde?
a amar al alba,
a morir cuando matan.
La lucha es lo que importa,
sobre todo en amor,
si éste se muere...
los dos pierden,
nadie gana.
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