Miro tu rostro y me pregunto
dónde guardas las quejas del tiempo,
pues has sabido sobreponerte a tantos sustos,
con tu carácter alegre y singular afecto.
Y me pregunto, como todo el mundo,
de dónde sacas tanta fortaleza,
la vitalidad que a nada teme y que yo busco,
cuando tú de canas tienes cubierta la cabeza.
Miro tu rostro papá, y en él, las viejas canciones
que en serenatas cantabas a mi madre,
a la muchacha linda de tus ilusiones
y me pregunto cómo puedo consolarte.
¿Dónde guardas las quejas del tiempo?
Miro tu rostro y me pregunto, padre,
cómo es que tantas cosas has hecho;
para tí, mis respetos por todo lo que vales.
|