En el surco ardiente de su boca,
vestida de deseo, lleva la luna por coraza,
con su manto de calma, trasnochada y rota,
en fino estuche, como alhaja sacra.
Así, despacio, se va llorando hasta morirse,
busca en las estrellas una suave almohada,
mientras le recita al amor que ya no existe
y así, se va, vestida de deseo, partiendo plaza.
Con su manto de calma, trasnochada y rota,
se he llevado a la luna en su boca, como coraza;
busca un beso, para sentirse como una diosa,
deshojando el sol en rayos de champaña.
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