En cada corazón hay una estrella,
en cada olvido una paloma,
en la muerte, la vida,
en la vida mil sombras,
en las sombras tristeza,
en cada despedida sin regreso,
un calvario,
en cada calvario,
una cruz esperando,
y en la cruz del error,
una señal de forma indefinida.
En cada señal un horizonte,
en cada horizonte, un rumbo,
un barco de papel,
una brújula,
en cada brújula,
una ruta distinta,
una silueta que dibuja un proyecto,
un lugar orientado hacia el norte,
un concepto,
tal vez la soledad que acecha,
una duda de imprecisos contornos.
Éstas y más cosas me sugieren un canto,
y poner como norma en mi vida,
la dicha,
sortear el aplauso,
meditar cuando lloro,
el peso de mis lágrimas,
la pena que producen,
y alzar una copa de vino, tal vez dos,
o una borrachera.
¡Y sigo insistiendo!
¿Por qué mi llanto no quiere estar callado?
No se siquiera si yo puedo evitarlo,
Pero insisto de nuevo en el vino,
insisto en la esperanza,
porque el vino y la esperanza,
son dos productos
que no deben faltar en la despensa del corazón del hombre.

Fernando Pérez.