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El mar

El mar,
con su azulado rostro de verano,
salió a mi paso al verme...
La brisa enardecida rozó mi piel,
esa segunda piel de hombre enamorado...

Los surcos arados en la vida,
esa vida que siempre está a mi lado,
sonrieron al viento que tronaba,
y callados los ruidos
como pasacalles alegres,
cantaron sus penas y alegrías,
sus certezas y llanto.
Recordaron las viejas melodias,
de la llanura y la sabana,
adentrándose mansamente en el ocaso
que sólo el sol conoce,
sin turbarse,
sin amedrentarse,
comedidamente.
Y el hombre se hizo suerte y calle,
roca y agua,
también tórrido clima de levante.
Y el viento cruzó los mares de piratas,
a modo de velero,
soplando ternura y amansando tempestades.
Y un día de aquellos que no cuentan,
se dibujó a sí mismo,
sin lápiz ni pincel,
sin ropa y sin abrigo,
desnudo,
totalmente desnudo,
sin destapar la verguenza.
Indagó profundamente la cara ruín
de aquellas circunstancias,
de aquellas vivencias castigadas
por el paso del tiempo.
Y el hombre dirigió su caminar
hacia otro sitio,
buscando intensamente esa parte de error
que toda verdad lleva en su seno.
Y la búsqueda de un norte,
convirtió el destino en un nuevo argumento.


Fernando Pérez.

Copyright © Todos los derechos reservados.

Publicado el: 02-07-2003
Última modificación: 00-00-0000


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