He rastreado tu nombre, tu aroma de piel morena,
tus ojos de color montaña fresca recién bañada de rocío.
He rastreado tu vida por los senderos del mundo,
encontrando escollos de cimientos primarios
del principio de la tierra en el soplo de Dios,
que dió vida al planeta que habitamos.

He rastreado los oceános, al mar que baña
mis playas y a los ríos que se desbordan en mí.
He rastreado mis sueños, la vida que voy dejando
colgada en el calendario que enflaquece cada hora,
con los nombres de los días y los meses,
que hacen tiempo en años, en el espacio que hay,
entre el todo que vivimos y la nada del no ser
en la presencia de un cuerpo que vuelve al barro que lo modeló,
para confeccionarse un vestido nuevo en el alma que es eterna.

He rastreado con mis manos cada grano de tu arena,
cada copo de tu nieve, cada sonido de tu voz ausente.
He rastreado el horizonte dejando miradas congeladas
en las ansias de mirarte aparecer en la distancia,
y al tenerte frente a mí poder fraguar
en un sólo ¡ay! el grito que gime
en el climax que sentimos en el amor de hacer,
coronando así la cima de este sentimiento loco
que atrevido ha escalado sin descanso
rastreando, dejando huellas en el ascenso
marcando con bandera el sitio donde acampará
y construirá el hogar con neblina por cortinas.

He rastreado reptando sobre los desiertos y las dunas,
sobre la esperanza y la promesa del oasis
del vivir un sólo calendario y un sólo tiempo real
en la vida que nos queda por vivir.

He rastreado por los senderos del mundo
tus manos y tus brazos fuertes para hacer con los míos
la cadena que nos lleve a la cima de nuestro amor.


Migdalia B. Mansilla R.
Fecha: al sentirme escaladora de la pasión sentida en las caricias de ayer.
La otra, la de los números: 17-07-2003

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