Ilusionado amor el mío,
encantados poemas de magia y de dulzura,
delicadas caricias de salmos y cantares,
derrapan por los surcos de mi vida.
Peregrino soy en busca del destino,
ese impostor que juega al escondite,
que enmaraña la vida y la complica,
que encarcela y esposa corazones,
que se marcha y no vuelve.
Yo que siento la luz de las estrellas,
y quiero perdurar en lo infinito,
presiento de forma irrevocable,
que la dicha es eterna si se cuida,
que la vergüenza una piedra en el camino,
y si se tiene y alguien la castiga,
las lágrimas retornan como siempre,
al dolor que produce el desatino.
Recuerdo aquel pasado clandestino,
un cerro y un camino,
que en voz baja me hablan y me acogen,
en su tierna silueta de incienso,
y sal de primavera.
Y la sombra que alimenta la luz,
y la hace posible,
se marcha tapándose la cara.
Y de nuevo recuerdo aquel instante,
la inmensidad del brillo de tus ojos,
tus manos llenas de nostalgia,
la fuerza del abrazo prometido.
Ilusionado amor el mío,
que espera cada día que lo ames,
que lo sientas como tuyo,
para siempre ¡AHORA!
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