(NO FUE HÉROE NI SANTO, PERO SERÍA IMPOSIBLE ENTENDER SU HUMANIDAD SIN ESTOS DOS ATRIBUTOS)

Estimado Amigo:
Como quiera que no se exactamente en que sitio del cielo se encuentra usted,
no veo manera de dirigir mi carta a un lugar concreto, y por ese motivo, la envío a ninguna parte.
Cuando decidió marcharse de entre nosotros,
yo me encontraba en otro lugar del planeta tierra, y no pude despedirme. Consecuentemente enfermé de tristeza bastantes días.
Pero ahora que retomo sus recuerdos,
me encuentro con aquel prólogo que solamente usted y yo conocemos.
De su puño y letra se desgranaron palabras
que se asemejan a un torrente de agua cristalina.
Obviamente, sus calificativos hacia esa metáfora creo son inmerecidos,
aunque me queda el consuelo de saber,
que jamás dijo lo contrario de lo que pensó.
Quiero que sepa que lo recuerdo con inmenso respeto y cariño, que extraño las largas pláticas sobre la dialéctica binaria del griego Platón y de la poesía iniciática.
También sus aseveraciones sobre los tópicos que manchan el lenguaje.
¿Y cómo olvidar su enojo cuando se refería a los folklorismos de los que se ha llenado alguna parcela de la literatura de nuestras islas?.
Pero aunque usted descanse en algún lugar del cielo, tal vez en la parte sur, tal vez en la del este...¡Sabe Dios!!, sepa que a pesar de lo corto e intenso de nuestra amistad, no olvidaré nunca sus enseñanzas, pero sobre todo, llevaré su hilo de bondad guardado en mi corazón.
Espero que le llegue un fraternal abrazo, al espacio o lugar del cielo donde usted se encuentre.

Fernando Pérez.