las noches eran amarguras.
las esquinas... espadas,
espadas clavadas
en su aceitunada espalda.
Los recuerdos... aguijones
mortificándole el alma.
Su compañera de penas...
la farola de la plaza.
El orgullo herido...
acero fundido
brotando de su mirada.
Su angustia y desasosiego
la luz de aquella ventana,
que va dejando entrever
dos siluetas entrelazadas,
que semejan algas negras
mecidas por apasionadas aguas.
Siente el frío del engaño,
siente la indiferencia amarga,
amarga como sus lágrimas.
Tiembla su boca
balbuceando palabras.
Frases de odio y venganza
despiertan a la madrugada.
El humo de su cigarro
cubre de niebla su cara.
Siente una penitencia eterna
impuesta por sus errores
y por su negro pasado.
Como dos puñales verdes
sus ojos se van clavando
en la maldita ventana.
Clavado en aquella esquina
y esperando llegue el alba
no deja de mirar el nido
donde su paloma ama.
Mañana... mañana de madrugada
volverá a esa esquina
que de nuevo se hará espada.
Atrás quedan las noches
de cantes y palmas
y de acariciar guitarras,
guitarras nuevas,
guitarras extrañas.
Volverá a su condena,
volverá a sentir su boca
como una naranja agria,
volverá a clavar sus ojos
en la maldita ventana.
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