En las pequeñas cosas,
las de todos los días,
algo se va de mi,
se retira al absurdo.
Un niño con piel de terciopelo,
una calle sin gente,
un pájaro que vuela
dibujando sonrisas en el aire y,
el talante virginal de tu hermosura.
Todo ello,
son las pequeñas cosas
que habitan en la vida.
Un trocito de cielo,
que agarro con mis manos,
y entrego cual trofeo cristalino,
para sanar las duras noches de tu ausencia,
cuando me queman los recuerdos,
y el tiempo,
lastimosamente se retracta,
y se marcha.
Y aquí me quedo,
entre el miedo y la esperanza,
la luz y las tinieblas.
Y espero,
siempre espero inventar el futuro,
sin cuerdas que lo aten,
sin barrotes,
sin odio,
Con mis brazos abiertos,
expectantes,
acogedores.
Y en medio,
como casi siempre ocurre,
las cosa pequeñas,
definiendo el orden,
ese de todos los días.
Y siguen circulando pensamientos,
que a modo de acuarela,
se suceden,
uno tras otro...
Al final me percato,
con todos mis sentidos,
que las pequeñas cosas,
las de todos los días,
marcan el paso y señalan el norte,
¡Para toda la vida!
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