Nuestros besos cobijados
por la luna sonriente,
que en su tenue luz
oculta los semblantes.
El suave goteo de la lluvia
está pintando las calles,
es incapaz de humedecer
nuestros cuerpos impermeables.
Hasta las casas más antiguas
hoy nos miran con alegría,
y parecen abrir sus puertas
para recibir nuestras caricias.
Las horas a nuestro paso
tímidamente se paran,
porque quisieran contemplar
nuestras almas enamoradas.
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