cuántas veces me siento desarmada
frente a un mundo que me ataca a mis espaldas
palabrerías, saña, imposición de ideas y siempre
siempre
el no dar la cara, el no dar nombres, el placer de herir
con tal de ganar aunque sea a la brava
esas batallas pírricas que no conducen a nada
y sólo dejan un extraño dolor en las entrañas
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