A MARISA
Rondaba la maldad aquella tarde,
bajo el silencio y la impotencia
de las viejas tejas y verdes árboles.
Rondaba la maldad aquella tarde
por el entorno del tranquilo pueblo,
por sus plazoletas, escalinatas y calles.
Rondaba la maldad aquella tarde
paseando de la mano de la muerte,
charlando de vilezas con alarde.
Rondaba la maldad aquella tarde
al acecho del más inocente ángel,
del más débil, del más frágil.
Clavaron sus garras sobre sus alas,
le partieron su sonrisa e ilusiones,
tatuaron el horror en su mirada.
Su alma de niña fue desgarrada.
Y con sus alas partidas y dañadas
la dejaron flotando sobre Las Aguas.
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