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Una triste súplica

El ocaso fue tomando forma.
A su lado,
una paloma giraba el vuelo,
como queriendo resucitarlo,
hacerlo eterno y perpetuarlo.
Los distintos colores,
definían una especie de arco iris,
que no terminaba de quedarse.
En medio de todo,
sentada en sus miserias,
habitaba la duda con sus tonos de gris,
con sus silencios,
con sus vastos misterios.
Esperaba el retorno del hombre,
aquel que había sufrido desamores,
para instalarse en él.
Y se puso sus traje de ira,
se vistió de apariencia,
con un toque de engaño.
Tendía sus múltiples trampas.
Como siempre los tramposos,
llegan los primeros,
o los últimos como los zopilotes,
teniendo como norte la carroña,
esta vez la del alma de aquel hombre.
Y las dos caras de la duda,
se pusieron manos a la obra,
y gritaba su lema;
Quien duda no ama.
Y el hombre se lo creyó,
y convirtió su vida en súplica,
y se hizo cobarde,
y no quiso jamás volver al horizonte,
ni alzar la mirada,
ni seguir caminando.
Y es que a veces,
¡La duda se convierte en triunfo!
Y sus garras derrotan la esperanza,
y la humillan,
y la destierran.
Sólo resta decir,
que aquel hombre era inventado.





Fernando Pérez.

Copyright © Todos los derechos reservados.

Publicado el: 20-09-2003
Última modificación: 20-09-2003


página personal de Fernando Pérez.


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