Aún recuerdo tus palabras,
el enojo mostrado aquella tarde,
las luces apagadas y el dolor,
y el dolor mas presente que nunca.
Tú habías olvidado nuestro pacto,
aquel condicionado a la ternura,
con romance incluido en una cláusula.
Tu cara reflejaba incomprensión,
la lujuria y el beso se habían maltratado,
insultado, agredido...
Faltaba la ternura.
Entonces tu mirada se echó atrás,
en busca de un castigo y de venganza,
poniendo al ego en bandolera,
ahuyentando del sitio la templanza...
Faltaba la ternura.
Proseguiste con ese lastimoso llanto,
el que no dice nada
y se convierte en ruido,
y golpea con dureza esa parte más débil,
que tiene la conciencia.
Faltaba la ternura.
Se había roto la ternura.
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