Llegó puntual,
con todas sus miserias en la bolsa,
su indumentaria negra,
con huellas marcadas en las sombras
lugar donde habitaba,
y habita por los siglos de los siglos.
Estaba preparada para el acto,
irreversible, inevitable.
Allí,
donde el dolor había apostado por quedarse,
allí mismo quiso secuestrar la vida
y se la llevó al sur de los misterios,
sin engañar a nadie.
Pero se le olvidó decir adiós
y fue fatal,
el duelo no pudo realizarse,
porque sencillamente,
¡La muerte fue vencida!
¡La mató la esperanza!
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