Yo lo miraba desde el oeste de mis sueños
y lo soñaba como siempre hago
desde un altar de roca y agua,
desde mis soledades,
esas que necesito para inventar el amor
al menos esa parte que siempre falta
y casi nunca llega.
El mar da aliento y acurruca,
serena los destinos
que empecinados
vuelven al error de siempre,
a la culpa y sus contornos...
Pero el mar los sana,
los eleva,
los consuela.
Implacable el horizonte
se une a el todos los días
a su bruma hecha de sal y brisa
y canta los cantares
y ríe golpeando el arrecife
la arena de las playas,
la esencia del tiempo,
y poniendo mansedumbre
en la luz que le acompaña.
El mar es un poema, un compañero,
una ruta en mi ser y en el tuyo,
pero sobre todo el mar es una cuna,
que arrulla en silencio
todo lo que soy.

Fernando Pérez.