Tu que con sabia mesura,
entre las rocas del mar,
destilas versos de plata
pensamientos y vivencias,
también muchas ocurrencias,
dile a la luna lunera,
que no esconda sus encantos,
ni reniegue de su esencia.
Poeta de corazón,
que escribes con sentimiento,
rescatando de las sombras,
la alegría que se fue,
no dejes que la palabra,
se marchite entre el asfalto.
Tu pluma es instrumento,
para cantar a la vida,
para loar el amor,
y con esmero mayor,
con la espada de tus sueños,
ahuyentar el desconsuelo.
Poeta de corazón,
que nobleza te acompañe,
para saber distinguir,
el norte al que quieres ir,
los caminos que te guían,
y la vuelta hasta tu origen.
Sabes que no importa tanto,
si tus letras son de oro,
si la mirra y el incienso,
se contienen en tus versos,
más fíjate buen poeta,
que la verdad y la palabra,
deben ser muy cristalinas,
como nube algodonada,
como luceros del alba,
como auroras vespertinas.
No descuides el amor,
que el amor si se le cuida,
siempre regresa a tus brazos,
y si no hubiere lugar,
la impiedad que es una pena,
no merece que tus besos,
le brinden algún descanso,
ni siquiera en el ocaso.
Poeta de corazón,
que embelezas con tu canto,
con tus sueños de amapola,
con los lirios, con las rosas,
destilando aquellas lágrimas,
inoportunas lágrimas que pesan,
y que aplanan y entristecen.
Y las otras que preceden el llanto,
o lo anteceden o lo provocan.
Poeta de corazón,
tu como nadie las distingue,
las identificas como propias,
o tal vez como ajenas,
pero siempre navegas entre ellas.
Poeta de corazón,
tu que destierras la ira,
que acurrucas la paz del corazón,
que navegas entre mares de corales,
y echas tu ancla en la bahía de los sueños,
te haces eterno en tus versos,
te haces necesario como canto,
y tienes la palabra como único argumento.

Fernando Pérez.