Efímero suspiro,
tú que te escapas
sin pedir permiso,
abrasando la garganta
con cuchillos de fuego,
sales por el túnel que te conduce
a la poderosa luz.
Emerges de la cueva
y sin darte cuenta,
te lanzas al suicidio
y en un segundo,
te fundes con el sol.
Le entregas el triunfo
a tu hermano,
el poco hablador,
quien apura
y estremece mis entrañas,
¡silencio!
Cédele turno a la palabra
que es experta,
en aliviar mi corazón.
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