“Nada quedó que no doliera”
Macedonio Fernández




Hoy abrí las ventanas
De par en par
Abiertos los labios y los ojos
Todo se ha ido:
Ciego animal es reposo
Sobre el tapiz de hierro
De la ciudad
Que no sabe mirar
Con su pálida risa

Todo duele cuando se abren
Los relojes de la tarde
Y el gris de la sangre
Quema como la lengua del sol
Sobre los cuerpos
Sobre el rocío
Las espigas
Las gotas ateridas de las lágrimas

Nada podemos detener
Cuando quitamos la brida
O apartamos el espejo del recuerdo
O la melancolía

Gime el tiempo entre el vacío
De la espuma:
Tiene el dolor de los puertos
Y la neblina solitaria de los rieles
Tiene de relámpago
De río
De torre o huracán
Tiene rostros que se van
En crueles naufragios
Tiene islas
Senos temblorosos
Y el yeso de la demencia
Con que se dibujan
Sonámbulos colores

Nada queda frente a los ojos
Que no sean criptas
Donde los dientes muerden
Obsesivamente peces
Con sus “labios cerrados”

Nada alumbra que no se apague
Nada es diáfano si no hay oscuridad:

Campanas sobre el lienzo de las nubes
Crespones de viento sobre los ojos
Fuego huidizo
La carne

En el buche de la angustia
Que no para de mirar
Como los ríos

Nada queda Pero lo que queda duele
Frente al reloj
Al espejo
A los sueños mutilados que ya no pueden
Nombrar
Nada queda se dice
Y sin embargo
Nos tocan viejos muros
Con brazos vacíos
Llagas más espesas que el respiro
Muertes más eufóricas que las mariposas
Y tiempos menos azules que las montañas…
Octubre 19 de 2003

André Cruchaga