Fría como el hielo,
fuerte como el acero,
mi escudo es la indiferencia.
No me rindo en la batalla,
mantengo firme
mi monótona presencia.
Nunca podrás,
con tus afiladas palabras,
afligir mis inacabables fuerzas.
Cavas tu propia tumba
con la pala de la maldad,
ni siquiera perderé mi tiempo,
en lapidar el nicho
cuando fallezcas,
ya te encargas tu mismo
de cubrirla,
con tu propia intransigencia.
¿No te das cuenta
que me armas de valor
con tu incoherente guerra?
|